"Hay cuerpos que no se sueñan, se recuerdan con la piel"
---Ilse
Desperté de golpe, palpitando,
con el gozo aun tibio entre las piernas,
su rostro danzaba entre ceja y ceja,
agitando mi sangre, invadiendo mi alma.
No era la primera vez que lo soñaba,
pero esta vez ardía distinto:
un incendio sin tregua, sin beso suave,
un encuentro como mar adentro,
lento, profundo, sin orillas.
Sus deseos, los que guarda en la sombra
se desbordaban en mi,
como el atardecer que se hunde,
en el abrazo aterciopelado de la noche.
Me deslice fuera de la cama
la piel aun temblando de memoria
y en la ducha, otro altar de fuego,
deje que el agua me tocara como el lo haria.
Gotas tibias recorrían mi cuerpo,
como dedos líquidos, sabios,
que sabían donde rozar,
donde encender, dónde abrir.
Cerré los ojos y su boca volvió,
no como caricia, si no como marea,
una lengua que arrastra,
que devora, qué me llama..
Y yo desnuda, entre vapor y deseo,
me entregue al oleaje,
al temblor que nace en el vientre,
y se expande como fuego, bajo la piel.
No era solo un sueño.
Era una promesa.
Una urgencia
Una historia que pide cuerpo.

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