En la quietud de la noche callada,
las sombras susurran dulces promesas,
como un eco tenue en la alborada
tejiendo sueños en letras inmensas.
El viento lleva palabras dormidas
envueltas en besos que nunca se pierden.
En cada rincón de almas rendidas
florece el amor que el tiempo no muerde.
Aun en la brisa que danza sin prisa
en el roce tibio de un sol que renace
el amor persiste, jamás se desliza,
como un faro eterno en su infinito enlace.
Y aun mas allá de los días soñados,
el amor vibra en piel y memoria,
como un susurro en labios tocados
trazando caminos de antigua gloria.
Es un fuego que no conoce invierno,
ni se apaga en los vientos del olvido
late en el pecho, secreto y eterno
como un verso que nunca ha partido.
Cuando el alba bese las horas calladas,
y la luz renueve lo que parecía incierto,
seguirán las sombras, suaves y doradas,
guardando promesas en un abrazo abierto.
Un alma ama como la luna observa,
con ternura que roza cada herida
y cada sombra que el corazon conserva
es luz que transforma la vida vivida.
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